Dedicaré mi locura
A ese tan divino amor,
Que compartió su fulgor
Hecho de fuego y ternura;
Me arrebató la cordura
Con tan inmensa pasión
Que llevó a mi corazón
Una increíble aventura;
Adorar la bella estrella
Que me orientó en el camino,
Una hermosa doncella,
Toda candor, tan divino;
Nadie me ayudó como ella
A comprender mi destino…
A veces pienso cómo una mujer puede hacer del hombre tal metamorfosis, convertirlo, de una piedra en bruto, hasta un exquisito diamante;
Qué poder le dio el Creador para transformar una vida lúgubre en una bella expresión primaveral; hacer de un campo yerto, un huerto fecundo y pleno de luz;
Cómo es posible que unos labios dulces, tersos, suaves con delicado sabor a menta y a miel; puedan otorgar tanta paz y tranquilidad a esa alma que vive entre la oscuridad del dolor;
Cómo esa tierna entrega de un campo tan suave rinda tan buenos frutos, plenos de un áureo color;
Qué poder tiene la mujer, qué don recibió del cielo, qué hechizo, el poder de lograr transmutar el más burdo plomo, en oro;
Bella y secreta cocina de amor y sabiduría es la convivencia con una elegida mujer, una selecta charola de plata para depositar en ella los frutos áureos de la inspiración;
A veces pienso que la mujer tiene el don divino de la Creación; el divino poder de transformar ese caos oscuro y vacío, en un lugar pleno de vida y de movimiento que, como engañoso espejismo, puede desaparecer cuando menos lo esperas y quedar grabado en el recuerdo como algo que no pasará…