Cuál es el caso de ser poeta.
Para no olvidar lo que se piensa,
me recuerda,
antes de que la sangre se tape en las venas
y se pierda una huella entera en un castillo de sal y arena
como la lluvia a punto de mojar la tierra
interrumpiéndose en mi lengua
sin que duela pensar que sólo hay una infinidad,
como la juventud que por crecer
una cree ser.
Nada más que por poesía.
Dígame si no fue suya esa fantasía
de no saber cómo terminaría
sin el miedo a que se escriba,
de impedir que el cielo rezuma la hambruna
y la soledad sobre esta ciudad
para no ver distraídos
olvidando las huellas de los desaparecidos en sociedad.