Nuestros cuerpos entrelazados
como las raíces en la tierra
se mueven y agitan suave
en la selva de nuestro deseo.
Se encuentran nuestras bocas
y un manantial de fresco frenesí
apaga la sed contenida
en el desierto de nuestra espera.
Una tempestad dulce nos agita
llenando el océano de placer
creando olas que juegan
en la playa de nuestra piel.