Desciendo por tu sombra como si fuera un camino,
Como si mis manos picarescas pudieran apresar alguna hebra de tu ausencia.
Desciendo hasta besarte la punta de un suspiro,
La llaga de una pena, todo tu cariño y todas tus derrotas.
Me duermo y llego tarde porque me ufano en tenerte
Así, sin realmente apropiarme, soltando aquel globo donde por fin volamos.
Le pinto al esmero los bordes del necesario ocaso,
Aquellos rotos intersticios donde el amor que me dosificas agrava su recidiva,
Todo yo me pliego de pesados resplandores.
Mientras se devana otro día, otra semana, otro arbóreo desnudo-
Y este desliz que soy, poco nos enmienda-
Doy el sueño de la muerte a la falta que me haces;
Me hundo en la dulzura de mis lentos precipicios, como alguna lengua en tu garganta.