El primer beso llama sensual abría
que de ambar y nácar en el cielo ensayó,
a la par un sueño en bronce nació
impregnando de sabor toda la estancia.
Azul noche fue tu traje y mi elegancia
ya que tu encanto apasionó mis sentidos
mientras las palabras mudas se escaparon
hacia el espacio del jardín de los sueños.
Sumisa rogué que el amor fueras;
ofreciéndote los labios de mi boca ardiente
para que se cayeran las túnicas flotantes
y dejar de ser, o ser todo y no ser nada.
Fue tan bello y el beso fue tan mío
que me convertí en río gritando por las mieses
que hicieron de mi niña, plácida quimera
mientras las orquídeas ensayaban su destino.