De las Arias no olvido,
te lo diré al oído:
la primera emoción
de tu hondo corazón...
Desde entonces te has ido.
Así, tú volverás,
igual como te fuistes,
yo sé que me quisiste...
Amor, ya lo verás.
Tanto hemos caminado,
tú a mi lado, a mi lado
luego te fuiste; amiga
qué quieres que te diga:
\"Sólo que te he amado\".
Escudriño el ayer,
y no te pude ver
otra vez en mi vida;
el jilguero no anida
y quiere fenecer.
Noble, exacto rubí,
hoy de pena morí.
Ya no estaremos juntos.
Se escucha a dos difuntos:
«¡tú sin mí, yo sin ti!».
Una estatua de sal,
un ídolo auroral
que por allí me hice;
puede que me bendice
en mi noche del mal.
Entonces tú, bonita,
haz que raudo repita
la frase del amor
que es como el fulgor
y como agua bendita.
Ay corazón no llores,
que lloran los pastores
y es demasiado triste;
mi corazón partiste
y voy morir de amores.
Un verso voy a dar,
una gota del mar
ha de ser el encanto,
y si me gana el llanto
tu mar voy a regar.
Auroras de no verte,
y duele no tenerte;
asoma en mi una herida:
Sin ti no tengo vida,
ya sólo tengo muerte.
Un grito sin cesar,
se escucha al derramar
mis labios que perdiste.
A lo lejos oíste...
Lejos haz de llorar.
Ahora tú, responde:
y decidme por donde
sueles estar ahora;
es que sufre la aurora
y triste, ella se esconde.
Oh muerte, eres mejor
que todo mi dolor
de hoy haberla perdido.
¿Lo ves? nada te pido.
Sólo trae su amor.
Si ves tanto dolor en mi escritura;
disculpa, solamente es mi locura
derramado por cada verso aquí.
Si algún día me ves, mujer, no llores.
¡Sólo bésame!
Derechos reservados de autor
David John Morales Arriola