Te extraño, pero no regreses aunque se lo escuches gritar al viento.
Regresa cuando sientas fuerza, cuando el amor te traiga de vuelta, cuando el abismo sea tan grande que te sea imposible cruzarlo a dos pies y debas hacerlo desempolvando las alas, que yo estaré aquí, no inerte, no a la espera, estaré tomando el sol, escribiendo poesía, viajando en bus con la cabeza fuera de la ventana, alimentándome de la lluvia.
Estaré aquí con el amor que me precede al escribir cada palabra, tampoco estática, estaré más viva, más consciente, deseando que te abarque cada melodía, cada cantar que proviene del amanecer, cada corriente de aire.
No regreses porque me extrañas, no me extrañes, víveme. Que yo, aunque te extraño, te vivo. Aunque te recuerde, no dueles, tu memoría dejó de sangrar y han empezado a habitarle corrientes, flores, ríos, tierra, nubes, cielos, infinidades de estrellas. No me extrañes, víveme.