Esa lucha constante entre el quiero y el puedo,
ese tiempo baldío, esos años desiertos.
Esa búsqueda a ciegas escarbando el destino,
esas uñas del alma enterrando deseos.
Esa espera angustiosa del que ya nada espera,
esa gélida calma que presagia tormenta,
esos ojos hundidos de vacía mirada,
esas manos sangrientas arañando la piedra.
Cada día que pasa, una página muerta
se desgarra del libro que en mis manos se cierra,
con las tapas raídas, y la tinta borrada
por las lagrimas negras de mis ojos en vela.
Pero mojo mi pluma en tu cuenco encarnado
y retomo el camino de las hojas en blanco
dibujando tu cuerpo luminoso y cercano,
que se ofrece a mi abrazo como al último abrazo.