``Amarse no tiene horario ni fecha en el calendario``
AQUEL CABALLO VIEJO
Había una vez en la tierra del olvido, una yegua solitaria, bella percherona ella, llamada Flor del Rocío, quien un día cualquiera, alegre al cercano amor fuera, fecunda en experiencias, y de vida en buenos motivos llena, ahora lucia algo cansada, inconsolable por las vivencias baldías, era la amarga historia, de la cimarrona perdida, despertando al alba matutina con la brisa fresca de la aurora, bajo el trino de las aves cantoras, escuchar con tristeza al caporal de la hacienda en su copla tempranera, llamando al ordeño las vacas remolonas en el matorral vecino, junto al canto del zorzal en el otoño cansino.
Recordaba en la tonada la repetida faena, cuando el caballo viejo vivió feliz a su vera, antes de volverse un caballo aventurero ladino, habitando junto a ella, en su amado llano Apureño de belleza sin igual, cuando enamorados, juntos correteaban el dorado pastizal, rememoraba aquel desdichado día cuando el brioso, reventó la soga que al potrero unido lo mantenía y ya con las riendas sueltas se fue a galope tendido, tras una potranca baya, joven alazana, que le trajo el vendaval, en la inmensidad de la gran sabana y del caudaloso rìo.
Fue una pasión insana que lo mantuvo embarbascado con ganas de sucumbir en últimas correrías, pues no quería perder la oportunidad señera y aprovechar el calor de travesía temeraria y así se fue, como tomando fuerzas de caballo desbocado, era corcel bravío enfrentado a la manada, una mañana de Marzo, antes de los aguaceros de Mayo y después de la Primavera, llevando en su corazón guamachito florecido, una copla de amor en el camino, y en su pecho los suspiros, seguro, porque ya después de esta vida, otra oportunidad no había.
Desde entonces muchos inviernos han pasado , han llorado cañaverales sobre caminos y valles, se han llenado los jagüeyes, los caños y los ríos, y la yegua Flor del rocío, paciente en la gris aurora, triste en el morichal cada noche lo llora, esperando salga del lejano tremedal y regrese al morichal cercano a su potrero, antes que llegue la noche oscura en su retiro fantoche, por eso cada mañana, despierta con la ilusión con el canto de paraulatas después de caída lluvia, en su llanto de derroche, refrescando esta la tierra mojada, deseando que su amor refresque también la amada.
Y llegan a su alma acordes de conocida melodía, con arpa cuatro y maracas, de la imagen sin follaje del semental friso, de bella melena negra, cuerpo cobrizo, príncipe de la sabana apureña, indómito corcel de casta morena, galopando al compás de los caminos del viento, otrora potro salvaje , animal de sus tormentos, que la enamorò bajo la luna sedienta a la orilla del jagüey, donde no había uno más guapo que él, sobre la faz de la tierra, ni yegua más enamorada que aquella, que no pudo retener al viejo caballo por lo esteros, cuando corriendo se fue para nunca más volver, y ella quedò sin fortuna, enlazada a su amor divino y a la prole dejara, como señal del destino que pasò por su morada, dejando la flor del carutal reverdecido y las ganas de volver a ver, su caballo viejo en su último respiro. Y colorìn, colorado este cuento ha terminado.
Asì relata la historia, que igual a aquel caballo sin gloria,al que le dieron sabana para saciar ùltimas ganas, cuando el hombre viejo quiere emular tal proeza, por simple causa del instinto y naturaleza, siguiendo tras otra potra mas nueva, olvidando que en su casa tenia de buena casta, una compañera, no es de extrañar que termine el cuento, solo, abandonado por la ramera, cual pendejo sin tener quien le acaricie el pellejo.
Moraleja:
No dejar a la fiel compañera conocida, por novedosa medicina por conocer, porque terminara con mas cachos que un cabròn, y mas limpio que talòn de chino,con su cochino pajaròn. Que se los dice su amiga la raquelinamor