130. RELATO
EL LADRÓN DE LAS MIL CARAS
Autor: Eva María Rodríguez
Había una vez un ladrón muy malvado que tenía aterrorizada a toda la ciudad. El ladrón robaba a cara descubierta sin miedo a ser detenido, pues tenía mil caras, por lo que nunca podrían pillarle. La policía sabía que era él y que tenía mil caras porque tenía un sello inconfundible: en todos sus robos dejaba un mensaje mofándose de la policía firmado por el ladrón de las mil caras.
-Pillaremos a este sinvergüenza -decía el capitán de policía. Pero nunca encontraban ninguna pista que les acercara al ladrón.
La desconfianza empezó a reinar en la ciudad. Cualquiera podía ser el ladrón de las mil caras. El miedo era tal que se prohibió la entrada a la ciudad a cualquier persona que no viviera en ella. Aun así, el ladrón siguió actuando.
Un día, el alcalde tuvo una idea y llamó al capitán de policía.
-¿Cuántos robos ha cometido ya el ladrón de las mil caras? -preguntó el alcalde.
-Novecientos noventa y nueve, señor -dijo el capitán.
-Eso significa que solo le queda una cara, si es cierto lo que él mismo dice -dijo el alcalde.
-Sí, señor. Eso significa…
-Que la próxima vez que robe lo hará usando una cara repetida.
El capitán de policía metió todas las caras que el ladrón había utilizado en sus robos en un avanzado programa informático y envió la información a todas las cámaras de la ciudad.
-Si el ladrón vuelve a aparecer con cualquiera de sus caras lo pillaremos, señor alcalde -dijo el capitán de policía.
-Bien hecho -dijo el alcalde.
Pero ese día empezó a hacer mucho frío y la gente salió a la calle con gorros y bufandas. Así no sería posible pillar al ladrón si actuaba. Y, en efecto, cuando el ladrón actuó no pudieron pillarlo, porque cuando salió a la calle se tuvo que abrigar bien.
-¡Maldita sea! -dijo el capitán de policía-. ¡Otra vez nos la ha jugado!
-Capitán, mire el lado positivo del asunto -dijo el alcalde-. ¿Ha podido confirmar que ha usado una cara repetida?
-Sí, señor -dijo el capitán.
-Eso significa que no sospecha que llevamos la cuenta o, al menos, que no tenemos registro de sus caras. Ha bajado la guardia. Lo de hoy es solo suerte a su favor. Sigamos como siempre, que no se dé cuenta de nuestro plan.
El frío duró varios días, durante los cuales el ladrón de las mil caras robó dos veces más. Pero el día que el frío cesó…
-¡Lo tenemos, capitán! -dijo uno de los agentes que vigilaban las cámaras-. Va directo al Banco Central, justo aquí al lado.
-Quiere dar un buen golpe -dijo el capitán de policía-. Vamos para allá. Todo el mundo con ropa de calle, sin uniformes ni coches oficiales. Si nos ve se irá.
Así, como si fueran gente normal, los policías fueron al Banco Central y observaron al ladrón.
-Capitán, parece que se esconde.
-Querrá esperar a que cierren el banco. Trucará las alarmas para abrir las cajas fuertes al anochecer, como ha hecho otras veces.
-¿Qué hacemos?
-Esperar escondidos en la caja fuerte para pillarlo in fraganti.
Y así lo hicieron. El ladrón se llevó un susto monumental cuando se encontró a media docena de policías en la caja fuerte.
-¿Cómo me habéis pillado? -les preguntó.
-Tú mismo nos diste la pista al presumir de tus mil caras. Después de mil robos no te ha quedado más remedio que repetir.
El ladrón se lamentó de haber sido tan presuntuoso y de haber hablado más de la cuenta. Desde entonces está en la cárcel, pagando por sus fechorías, mientras sus otras novecientas noventa y nueve caras están a buen recaudo, por si acaso.