La lectura es la academia del escritor.
Vargas Llosa.
Hace un año sentí brotar de mí un manantial.
Se desprendió de repente de las piedras que
lo cegaban gracias a un pequeño temblor.
Desde entonces me afano en ponerle diques
que repartan su agua por lo ancho de mis
campos.
El agua que se hace letra impresa lleva la
tinta de mi sangre, a veces roja, otras rosa,
y las menos negra cuando el sedimento que
arrastra desde su nacimiento se oscurece en
lodo.
Agua que tras regar mis campos vuelve...
La lluvia de mis lecturas reverdece el lecho
de plata donde se para a descansar, donde el
agua sueña con mares surcados por grandes
epopeyas, por historias de amor y muerte que
ilustraron la grandeza del ser humano desde
la noche de los tiempos.
Agua que cuando se cierra el telón de lo
visible se vuelve hiedra que enreda el alma
y la fuerza a revelarse en versos, en sentires
de luz que se debaten en el marasmo de lo
expresable.
Agua que debe su pureza a la lluvia, púrpura.
Escritura que se muestra ejercicio imposible
sin el manantial de la lectura.