Hoy he visto otra vez
a través de los ojos de las niñas
rubias y esbeltas que me miraban
recostado en la ardiente arena,
las velas, las blancas velas de los botes
así como los mástiles de los grandes barcos
dándose las manos con las gaviotas
y uniendo a los pelícanos a la limpidez
del cielo y la inmensidad del mar.
El mar, que corroe los puertos y los muelles
aquel mismo que corroe los filamentos del alma
mirándome curioso sin barca, sin red ni pesca
conversa entre hilillos azules de agua, conmigo,
y a veces entre gritos de furiosa espuma;
ir y venir de pescadores, soplo constante de
inquieta brisa
brillantes siluetas de la burda hotelería
canción marinera, castillos de arena y de sol
salinidad de ambiente, de cuerpos y de olas
que traen y llevan corales, conchas y caracoles,
que llevan y traen mil simétricas gaviotas,
que llevan mis ojos, mi aliento y mis
pensamientos
y traen luceros, estrellas grandes y brillantes,
trayendo y llevando el mar tantos mensajes
a otra orilla, a otro mar, a otro puerto.
Siluetas de palmeras, cálida sombra junto al
mar
lugar do parten mis quimeras en la busca
de otro ser en algún rincón universal
que salude con la mano a esta playa
a este mar, a este espíritu solitario que descansa
bajo el regazo cariñoso de este sol ecuatorial.
Bolívar Delgado Arce