— Dime poeta, ¿por qué tan triste?
Mi corazón llora, mi musa amada,
Por esa solitaria flor marchita
Mi alma suspira por una despedida
Mis ojos se nublan con lágrimas
Al contemplar una vida desdichada
Una mascota abandonada
Un niño y un anciano, ambos desamparados
Un parque convertido en basural
Un amor que se acaba
Una multitud que se engaña
Una injusticia, un crimen que no se paga
Un mendigo en la fría acera
Olvidado en su miseria
Un niño que se droga
Un adolescente que roba y mata.
¿Cómo puede uno no estar triste
Al contemplar tanta miseria?
— Pero, dime poeta, ¿alguna vez sonríes?
Claro que sonrío, cuando mi alma goza
Al observar un amor que nace
Un niño que sonríe, feliz de la vida,
Una mano que presta ayuda
Sin importar quien la reciba
Una flor de primavera
Un copo de nieve en invierno
Un hoja seca de otoño
Que vuela libre al viento
La luna que nos sonríe
Y acompaña nuestros sentimientos
Un nido con polluelos
La música que trae el viento,
Una fina garúa de verano
Y caminar tomados de la mano
Un susurro con un \"te quiero\"
Y la incomparable magia
De un primer beso...
— Ah! ¿Escribes entonces, para plasmar tus sentimientos?
¿O es que quizá, lo que buscas es reconocimiento?
¿Quieres que el mundo entero recuerde tus versos?
¿Quieres ser inmortal e imperecedero?
Todo eso, y más, por supuesto,
Humano soy, y como tal soy imperfecto
Lleno de sueños, de anhelos,
De aciertos y de muchos yerros.
Soy poeta solo a tus enamorados ojos
Sólo a tus oídos mis letras son versos,
Pero eso, mi musa amada, es suficiente
Para hacerme sentir poeta verdadero,
Y seguir en este, al parecer, vano intento
De seguir plasmando en letras
Todo lo que yo siento...
Y seguiré escribiendo, mi pequeña traviesa,
Mientras tenga en mi alma un poco de aliento,
Y mientras aún pueda, tomado de tu mano,
Alzar vuelo al infinito cielo,
Buscando alcanzar todos y cada uno
De nuestros más alocados y anhelados sueños...