Intento dominar esta tormenta infame de deseos y esperanzas
pero mi corazón estalla a gritos en la madrugada.
No puedo, no debo, no quiero.
La razón manda, organiza, clasifica
el corazón desobedece, desordena,
salta como un acróbata entusiasmado desde mi pecho,
cada vez que te ve, cada vez que te recuerda.
El salto finaliza en mi mano izquierda
y desde allí se ofrece,
te reclama apresurado
como un niño hambriento de sueños
y de nuevos cielos.
Condenándome a caminar así,
frente tuyo,
todo el tiempo con el corazón en la mano.
Por favor tómalo ya.
Hazte de él,
llévate de aquí este amor rebelde.
Es tuyo,
aunque yo no quiera.