La muralla noble martiriza a las olas,
a sus pies las desafía y las rompe,
el mar revuelto, se eriza, eleva caracolas,
se encabrita, enojado vuelve hacia la gran torre,
insiste en devorarla con fuerza,
en derribar la fortaleza de piedra,
en debilitar la resistencia que se impone.
Se retira con cautela,
para embestirla y desatar su furia,
para marcarla con su estela,
aúlla, con el infinito rugido de sus mareas,
va y viene, insistiendo en su intento,
esa que resiste a su grandeza
debe rendirse, debe caer,
y cada día vuelve a intentarlo,
qué mar tan terco y lleno de tiempo,
y la gran muralla, la torre inmensa,
lo mira desde lo alto, de orgullo llena,
que en su insensatez besos le lanza,
y el mar rendido por un momento
se enamora de la torre, de la gran muralla,
que vencido regresa ahora para besarla.