El perro feliz,
indiferente,
come lo que sea.
El viejo se desploma,
se hunde en el lodo
de su terror,
teme desaparecer,
a lo desconocido,
la muerte,
a la seguridad objetiva de la muerte;
teme a la oscuridad de la fosa,
a los dos pétalos de algodón
que colocarán en su nariz,
le teme al infinito,
a la lejanía del cielo,
al demonio,
al infierno…,
le teme a Dios.
El perro se cansa de caminar
y duerme
bajo la sombra.
La tarde muere.