Mauro Enrique Lopez Z.

Ardiente Festìn.

Una tarde de sol radiante

me invitaron a un festín,

acudí a la fiesta y en ella

habia una linda dama,

y ella no dejaba de mirarme.

Yo como un tonto esquivaba sus miradas

y entre copas y copas me atreví a invitarla

a bailar una pieza  

y ella no se hizo de rogar,

y entre palabras y palabras

ese ocaso fue maravilloso,

porque su mirar era de amor.

Aùn la llevo en mi sensible corazòn,

ella siempre me llama

y dice que yo soy su adoración.