francisco lopez delgado

Bajo la higuera.

 

 

BAJO LA HIGUERA.

-De mi libro autobiográfico

 “La otra cara de Jano”-

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Bajo la vieja higuera -achicharrada

por el sofocante sol del verano-,

el niño jugaba en las horas de la

siesta haciendo montoncitos de tierra

y paja, que aventaba con sus manos

de serafín sin alas… ni guirnaldas

de laurel, ni clámide de seda,

ni fíbula de plata.

 

Su cabello

era como el carbón, su piel, tersa y

tostada. Su faz como los lirios… y

su mirada, más limpia que las gotas

del rocío y la luz de la alborada.

 

Su vida transcurría en un lugar de la

campiña cordobesa, azotada por

las duras restricciones de los tiempos

de posguerra, donde la escasez era

el pan de cada día y el trabajo el

holocausto de los trabajadores

que tenían puesta su esperanza en

el Señor… o en la misericordia

de los señoritos, esperando que les

contrataran sus “aperaores”, para

coger aceitunas, o cosechar el

algodón, o trillar las mieses o

labrar la tierra…

 

Bajo la vieja higuera, construía

edenes en el aire con los vuelos de

su fantasía, mientras oía el

clocar de las gallinas y el zumbido

de las moscas volando en el estiércol,

y el titar de los pavos grises y el

trisar de los vencejos...

Y se elevaba hasta las nubes para

buscar besos de algodón y caricias

entre sus frunces blancos y el color

azul del inmenso cielo.

 

A veces, se iba a andar por los campos,

llenos de margaritas y amapolas…

y se sentaba en los cañaverales

para escuchar el murmullo del río

y el canto de la alondra y del jilguero;

escondido entre la juncia verde o

las matas de poleo... o para echarse

bajo los trigales, que se alzaban como

lanzas amarillas, desde los surcos

hechos por los arados en el suelo.

 

El cielo estrellado era para él un

patio donde los ángeles jugaban

con velas encendidas. El Sol una

candela de picón. La Luna un queso

redondo y blanco. Sus brazos lanzas. Sus

manos dos pistolas. Su cuerpo, un

corcel que galopaba por las calles

de su pueblo relinchando. La fuente

el mar: los palitos que encontraba,

navíos que bogaban por encima

de las olas

 

Bajo la higuera jugaba, bajo la

higuera dormía, bajo la higuera

reía y cantaba…  ¡y soñaba con el

advenir de un nuevo tiempo y con

el resplandor de un nuevo día!

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Autor: Francisco López Delgado.
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