Me lancé desde arriba, ángel alicaído,
hacia el pozo profundo
donde tú estabas,
desdeñando mi sacrificio,
riéndote de mis lágrimas.
No servía para eso,
no sería otro Romeo,
de inútil rimbombancia,
ridículo en su anhelo
de adolescente trágico.
Mis disculpas, reina del hastío,
por perturbar tu sueño
de bella durmiente,
que ronca con descaro.
Me da igual. Ya me fui.