Soy un perro ácido
Un vidrio perfumado
Ese árbol alcohólico
Un relámpago en vías de desarrollo
Mis fronteras son nubes de azúcar
que brillan como la foca más fiel
Mientras escupo entre los mares de tus dientes
esta aceituna plateada de tanto quejarse
Cada día que salgo a la calle
Un pájaro nos saluda desde
su monolito y el Río escupe
su Heráclito de turno para abanicarnos
Un ángel matutino con manos de cristal
me intercepta
y de un golpe parte una montaña en dos
Luego me besa y me presta sus
alas negras para que me fecunde
de océanos violetas y verdes fosforescentes
¿Qué te ocurre que estás tan triste?
¿Acaso no te gustan mis alas de miel?
Luego me sumerjo en el nervio infinito
de un espejo duplicado
Pago con mis ojos de carbón atarle su
cola al cometa que cabalgo
Mientras el cielo se deshace
de sus nubes y destierra la dinastía
de arcoiris, que exiliados en
la Tierra, llenan de colores
las bocas de todos sus habitantes
que escupen versos en todos los idiomas
Dios ofuscado, revierte la maldición
de Babel y unifica todos los
lenguajes en uno solo, todas las
palabras en un solo y terrible monosílabo
Todos los verbos en un sustantivo
al que desesperados se adhieren
los poetas y adjetivos para no
caerse en el vórtice multicolor que
ya está por devorarse el Mundo
¿Qué te pasa que sigues tan triste?
¿Acaso no te gustan mi apocalipsis de pluma?
Mientras, cabalgo en mi contra
de cometa perdido y vaporoso
Me robo un paracaídas y vuelo
mientras el Viento descose
mi rostro y la brisa disuelve mi piel
Y soy vacío cósmico,
resonante de todo
lo que ha nutrido mi pecho
universal de puro fermento.
Un momento soviético pulsa el
aire y el Universo entero se
detiene a reconstruír los pedazos
de su Dios agotado.
Yo aprovecho para escaparme
y levantarle sus faldas a
todos los planetas y escuchar los
secretos de soles y lunas que
mis oídos nunca acariciarán.
Arriba las manos!- Les digo-
Soy el poeta de
los cielos que faltaban-
Y las humaredas trilces de
su esplendor renacen a la ternura
de un cuarzo cantarín
Y me infiltro como la piedra
en la red del molusco al
mando y acciono el embrague
poniendo a funcionar el
mecanismo púrpura
de tu granizo desgarrado
y me siento en la punta
del iceberg del whisky ya exiliado
y contemplo azorado el bramido
de tu cárcel y el grito de tu piel
¿Qué pasa que sigues tan triste?
¿Acaso no te gustan mis laberintos de papel?