Había una vez una tienda con unos zapatos rojos. En el escaparate siempre se veían los zapatos rojos. Un día, la niña llamada Leonoris, se llevó con ella esos zapatos rojos. En su dormitorio se los puso y la niña voló lejos en su habitación. Quiso ser un superhéroe o mejor dicho una heroína de la montaña más alta de “Pináculo de Hidra”. “El Pináculo de Hidra”, era una montaña lejos de la alta pradera de la isla desértica de Hidrafuara. Ella, en su imaginación volaba lejos en sus zapatos rojos. Y decidió salir afuera, a la calle, a la abundancia de gente y con sus mejores zapatos, con los zapatos rojos del escaparate de la tienda de Rigorito. La niña más consentida de la isla de Hidrafuara, Leonoris, decide volar en su imaginación y hace todo por salvar a un niño de un helado tan frío que le congelaba los labios por comer del helado. Hizo todo por salvar a un anciano de morir ahogado en al playa de Hidra, hizo de todo por salvar a un perro de las garras de otro perro más grande. Y ella, en su imaginación hacía de todo por salvar aquello que era tan imposible de salvar. Y llegó un día, en que no salió a la calle con sus zapatos rojos y,... ¡mágicos!. Y no vió nada de los creía en su imaginación y se vió tan sola, sin dicha ni poderes mágicos ni aquello que era tan imposible de salvar en la ciudad e isla llamada Hidrafuara. Hidrafuara, quedó desierta y abandonada, porque llegó un terremoto de 5.5 en la escala de Richter. Cerca del mar en la playa de Hidra. Pero, ella salvó aquello que era mágico, después volvió a ver y a observar al niño del helado que moría de frío, volvió a ver al anciano que se ahogaba en la playa y vió a los perros peleando. Y no tenía sus zapatos rojos, con los que ella siempre había de volar lejos y hacer de la vida más fácil de poder vivir. Con el terremoto, casi le fue imposible de encontrar entre los escombros a los zapatos rojos. Leonoris, se llevó la gran sorpresa de que estaban tirados fuera de su casa entre la acera y la entrada. Y los cogió de donde estaban y se los puso, como aquella primera vez. Y se llegó a volar tan lejos que el cielo se hacía pequeño a tanta grandeza de una niña que quería salvar a su isla de Hidrafuara. Y salió corriendo, corriendo, y llegó hasta el niño del helado, y se lo quitó de la boca sin pensar que sería tan friolero en su boca, y lo ayudó a vivir sin percatarse de que no iba a morir de frío, al anciano lo ayudó a sentarse en la arena antes de que entrara al agua y que se ahogara en el mar en la playa de Hidra, y a los perros los separó, uno a un lado y el otro al otro lado. Los zapatos rojos, aquellos que le hacían ser una heroína, los dejó y para siempre en su guardarropa y no se los puso más. Y se creyó que era una mala suerte, y que aquellos que pisaban el suelo, hizo una magia entre el terreno y los zapatos rojos. Y se llenó de perdición, cuando quiso ser aquello que no pudo ser, porque con sus zapatos rojos irrumpió el destino de mucha gente en la isla de Hidrafuara. Se sintió triste, y desolada, otra vez, la niña Leonoris. E hizo un pequeño secreto entre ella y los zapatos rojos. Que no se los pondría más que los domingos. Los domingos, porque era el primer día de la semana, después del último día de descanso de Dios, cuando creó al mundo. Y los domingos todo el mundo iba a misa. Y ella, en su naturalidad de feligrés no le hacía nada de magia los domingos en aquellos zapatos rojos, porque estaba en misa. Pero, de camino hacia su casa vió, otra vez, aquél niño con el frío helado en su boca por el helado tan frío y vió al anciano que se ahogaba en la playa de Hidra y a los perros peleando. Y todo era imaginación, inventiva de la niña Leonoris, cuando decide quitarse los zapatos rojos, hubo otro gran terremoto 8.8 en la escala de Richter. Y todo el mundo falleció, menos la niña, menos el niño del helado, el anciano y los perros. ¿Por qué?, ella en su naturaleza vió reflejado en sus ojos y dejó frizado como el frío del helado, como el frío del mar, o como el tiempo frío entre los perros y el frío heló a la niña también. Y fueron sus zapatos rojos, el frío que heló a la niña en la isla de Hidrafuara. Sus zapatos rojos, no eran como aquella primera vez, sino que voló hacia el universo grande de estrellas. Y quiso ser heroína, pero, su imaginación fue tan vivaz que sólo el mundo cayó en un sismo de aquel terremoto.