Tú que cautivas con tremendo brillo de luna en los ojos,
Fiel a todos los que buscan en ti al confidente perfecto,
Eres calma nocturna y apacible oscuridad,
Descanso supremo de los vivos,
De quienes buscan revitalizarse,
Vistes con túnica que cubre todo de tinieblas,
Llenando de sombras cada rincón que existe,
Opacidad que abraza a los grandes amantes,
Escóndelos para no ser devorados,
Por todos aquellos quienes ignoran,
Que eres cómplice de los eternos enamorados,
De aquellos nocturnos que te necesitan,
Y desean llenarse de caricias con tu llegada,
Regálales el perfecto momento de amor,
Y por contrario que parezca, llena de luz sus corazones,
Consciente de que mientras más grande eres menos te veo,
Me asombró porque eres perfecto,
Y cuando has madurado en tu existencia,
Forjas en el inconsciente de los seres,
La materia con que se crean los sueños,
Sustancia venida del pensamiento y el deseo.
¡Oh noche!
Tan bella, deliciosa y radiante,
¡Oh noche!
Con brillo de estrellas cual diamante,
¡Oh Noche!
Con perfume y aroma fascinante,
¡Oh Noche!
De aquella flor fina y embriagante.
Noche tan incomprendida, por la hermana luz del día,
Noche enamorada de la luna, pues igual que ella ninguna,
Bailen en la bóveda celeste, entre la suave brisa del viento,
Que sea el aire quién la desnude, quitándole cada nube de su cuerpo,
Y poséela con plenitud y pasión antes de cada nuevo amanecer.