El viejo juzga:
“son malos”,
“nada sirve”.
El Ser en sí
es el reflejo
de su vejez enferma.
Así es la vejez,
“nada sirve”,
dolor en la sangre
y en la mente,
la perfecta imagen
del alma en penumbras
que se desvanece
al ritmo de la tuberculosis,
de la soledad
de los olvidados.
La vejez,
negación absoluta,
basura existencial
del Nuevo Milenio.
Los viejos,
rostros que aparecen
pidiendo casas,
medicinas, dinero…
y los líderes revolucionarios
los abrazan,
les besan…
hasta las elecciones…,
luego…,
se van
a las Islas del Caribe,
hasta que el mar
y el sol
les purifique la piel
y no queden rastros
de aquellos abrazos
y besos.