Al salir de la cueva miro a derecha e izquierda,
antes de cruzar...
Me aseguro de que viene un vehículo para dar
un paso sobre la calzada.
la adrenalina me invade.
Hago caso omiso a las maldiciones razonables
del conductor, lo siento, necesitaba mi dosis de
incertidumbre para seguir viviendo...
Sigo el camino de regreso con la peripecia en
la retina, ya lejos del sentimiento de culpa, que
he desahuciado por momentos de las estancias
de mi mente.
Hago estación de penitencia en el kiosko de la
esquina, compro el periódico para devolverlo
a la cuna de donde vino -la papelera, reciclaje.
Nada de lo que ocurre en el mundo me interesa.
Aquello que abunda en la indiferencia no existe,
no tiene la corriente exacta para erizar el vello.
Miro otra vez a izquierda y a derecha, solo veo
mentira, apariencia, cartón piedra.
Atrapo un trozo de coraje, del que me quedó en
el bolsillo, arremeto contra toda la patraña que
nos contamina, destrucción, renacimiento.
Hago tabula rasa a lo largo del fragmento
de mundo que me toca cambiar.
Lo dejo mondo antes de sembrar sobre él
unas semillas de corazón y de sonrisas que
arranquen de las raíces de lo auténtico.
Quiebro todos los espejos que en las calles
me devuelven la imagen de quien no soy.