Entre las cobijas
o bajo de un puente,
acaso en la acera de enfrente;
¡Ahí fue engendrado un niño!
¡Ahí esta condenado a vivir!
¿Condenado?
Pero si el ave nace en libertad,
somos nosotros quienes le enjaulamos…
al niño libre,
que nació en la calle
le vituperamos vago,
maleante, drogadicto
y nos emperifollamos con toda la ignorancia
que nos embarro la cátedra
y le vapuleamos,
le perseguimos, le enjaulamos,
para apartarlo de nuestra vista
por el maldito pecado de ser feliz…
Él se levanta y se acuesta
sin atender relojes o calendarios,
va donde quiere, cuando y como quiere
no necesita forrarse
en hipocresías,
no necesita escribir poesía
porque él es poesía
Desde mi confortable celda
guarnecida en barrotes de oro
mi envidia le escupe
y reprocha su libertad
y le declaro loco
y le condeno a calabozos
donde lo sepulto
y veo como desde el corazón de la tierra
surge su felicidad como retoño
y florece en sonrisas
que me acechan al pasar
le odio por el atroz delito
de ignorar la necesidad