En un tiempo...
La lluvia caía vestida de seda pura
mojando todo como si no tuviese prisa
pero depositando sus gotas en las ramas
que juguetonas formaban una cortina.
Cuando una de ellas se desprendía
le costaba tanto la despedida
que se estiraba hasta que se rompía
cayendo al charco y se hundía decidida.
En ese tiempo...
Las nubes de emociones, llenas
¡tan hinchadas se notaban...!
y del cielo dueñas, se movían plenas
mientras sus ilusiones, galopaban.
Era época de aires con olor a tierra
a hoja fresca y capullos perfumados...
Pero, un día el aire se marchó olvidando su regreso,
ya nunca la armonía retornó.
El tiempo pasó..., no el tiempo de la hoja
tampoco el que las arranca
ni el que coloca los capullos
y los convierte en flores
Sino, el tiempo de adentro
el que no se ve y va carcomiendo
el que rueda y rueda en el corazón
y cambia el adentro y el afuera.
El que va tallando la escultura
hasta que dice, ¡Basta...!
y se lleva la vida...