No sé cómo ocurrió
y me pregunto
si tú te diste cuenta de que estaban las horas invertidas
y el sol era un milagro entre las sábanas,
si tú fuiste consciente de que estaban a punto de saltar por los aires
las porcelanas chinas.
Pero acaso se igual
yo apostaría
que ahora sólo recuerdas el olor a eucalipto que brillaba en los muebles
cuando acabó la lluvia
y es que a ti enseñaron que una chica no puede ser feliz
en los brazos de alguien, si ese alguien
no te compra una isla y te regala unos pares
de zapatos eléctricos.
Hoy te veo feliz y hasta sonríes a veces,
me sonríes
desde el borde más hondo de tus labios como a espaldas del mundo,
¿de verdad me sonríes?
¿y qué son esos peces respingando en tu cuerpo
y el temblor de tus brazos
cuando cierras los ojos y recuerdas las notas
del viejo Yesterday?
Y no quiero saber con cuántas velas pagaste a mil diablos
después de aquel incendio,
soy muy terco y lo sé,
como tú sabes
que jamás me he dejado llevar por un exceso
de troles y manubrios, como sabes
que jamás me he parado a comprarme un abrigo en las rebajas.
No siempre hay un culpable de que falten los panes
y haya manchas de sangre en los vestidos,
las cosas son así, abres la puerta
y hay un fraile asustado que te viene ofreciendo una corona de espinas.
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