Le hablo al dorso de tu oreja
sobre un ósculo encerrado
que hacia tu mano se acerca
en mis labios transportado
y cuando el nervio osculado
deliberó en tu razón,
con tus labios perdonados
me has susurrado el error
del destino equivocado.
Mujer:
Aún si tu mano es roca,
el paso de ir por tu piel
enciende más el placer
del beso que va a tu boca.