Chile, eres arriero de tus venturas;
cantas y ríes como las muchachas que se sueltan el cabello,
como las cataratas dejan libre su risa sobre las rocas.
Chile; eres libre, eres delgado, bendito;
bebes de tus aguas entibiadas,
y esperas paciente a la esperanza.
Pero Chile, eres igual un hombre que tiene llagas,
la frente caliente, cortes en la clavícula,
y los pies entumecidos;
con tu propia bruma que exhala angustia,
con tu única estrella blanca.
Ah, Chile, tus hijos te lloran, te aman;
porque eres bello, porque das alojo,
porque comen de tus frutos.
De punta a punta, de extremo a extremo,
van volando tus colores, tus ojos crespos,
tu mano abierta;
y a tu hija la mar, la oigo cantar con las gaviotas
el himno de los días, el cántico puro.