Poemas de Pepita Fernández

PRESENTIMIENTO (relato )

  Yo lo esperaba siempre cuando tomaba su bus en aquella esquina, nos mirábamos, él se llevaba mi piel escondida en su mirada y sonreíamos. Durante diez días lo esperé allí pero nunca volvió  a ese lugar. En vano intenté comunicarme  a su teléfono pero fue inútil. Yo había viajado a su ciudad para  encontrarnos, me alojaba en casa de una amiga mía  por poco tiempo,  el suficiente para vivir nuestra secreta  historia de amor prohibido.

  Era habitual que me desnudara con sus versos de amor, y me vistiera con los mejores atavíos de su pasión. Recuerdo que un día me dijo: “No pude más que sentir dulces escalofríos. Un viaje de tus ojos por mi cuerpo, que alborota mis sentidos, que de ti me vuelve cautivo….”pero cuando se despedía, cada día, un desolado viento empalidecía la alcoba, siempre temí que algún día todo terminara.

  Lo he buscado en el parque porque allí viajé tantas veces a su piel, hubo un manjar de poemas bajo el aleteo de pájaros. Durante días  he caminado buscando algo, una señal y recordé que una vez me dijo: “Para que no me extrañes, te dejo mis versos”, tal vez fue un anticipo de su despedida. ¿Entonces sólo fue un sueño de amor? La última  vez que el parque nos vio tomados de las manos escribió: “¡Cuántas cosas ha visto nuestro parque aquel! Quedito, quedito y con una sonrisa en sus labios, vio como nuestras miradas se encontraron, sonreímos y allí, allí mismo nos enamoramos” siempre seguían  sus palabras, como canto de campanas, en mi desolada piel cuando lo extrañaba. Volvía a casa, después de cada búsqueda, con un puñado de lágrimas secas  en el rostro, no podía creer  que se alejara así. ¿Por qué lo hizo? 

  Recuerdo que una noche, como tantas otras que me tomaba en sus brazos, me entregó un poema escrito con su letra para mí y me dijo respirando en mis cabellos: Este poema que hoy escribo, lo hice contigo. ¿Recuerdas? Vos me dictaste el verso y yo lo escribí en tu piel.” Entonces la noche nos acunaba y hacíamos el amor.

  Cuando su inexplicable ausencia comenzó a azotarme, pude lograr ver las cosas que yo no quería aceptar: que  pudo enamorarse de otra mujer o volvió con su amor de adolescente o solo creyó amar un sueño y despertó.

  Con mucho temor de ser descubierta, una mañana lo busqué en su oficina, pero un cartelito rezaba: “Estamos de receso  por 20 días”. Las horas empezaron a girar huecas en el más cruel de los silencios. Entré tantas veces a buscar sus mensajes pero había desaparecido de todos los lugares nuestros.

   Constantemente buscaba  en mi agenda personal algunos versos que él dejaba para sorprenderme, como para  sentirme cerca de él, y  recuerdo éste:

“Vos me enseñaste el valor de las segundas oportunidades,

vos me enseñaste el valor de empezar de nuevo.

Vos me enseñaste que el otoño no es para siempre

y cuando nos enamoramos, volvemos a la primavera.

Maestra, mi maestra.”

  Entendí que mis enseñanzas le habían servido para empezar de nuevo, pero que yo no estaba incluida.

  Al día siguiente, lo intenté de nuevo, volví a caminar por su barrio, casi como una ladrona en busca de lo robado y luego perdido. No sé si fue mi ilusión de encontrarlo pero creí verlo caminar más adelante bajo los árboles, y corrí, corrí, corrí detrás de él  y lo perdí de vista o se escabulló porque no se había  atrevido  a mirarme otra vez, sería lo más seguro. Tal vez, fue una señal que debía volver a casa y sólo agradecer los buenos momentos que viví. Las sombras de la noche fueron desdibujando ese sueño, fui perdiendo de vista aquel lugar mientras caminaba sin prisa. Miré el cielo apenas pintado con estrellas opacas.

   ¡Había tanta pasión cuando me declamaba poemas! yo me abrazaba a su voz y sus ecos entraban en el tren de mis venas Eres vida mía, el poema que buscaba, el verso que necesitaba, la plegaria que imploraba”   recitaba.

    Durante más de diez días  lo busqué…entonces decidí volver a mi ciudad, mi desconcierto era mayor que el dolor, me propuse  salir de aquel abismo insondable, buscaría ayuda, sabía que  nadie me la negaría. Alguien allá esperaba una respuesta mía  a su  amor de tantos años  y me sentí empujada a  tomar una decisión. De vez en cuando miraba por la ventana y todos los transeúntes me traían su imagen y después  otra vez la soledad me devoraba y mis esperanzas caían al piso trisadas  para desvanecerse de a poco, ya no lo buscaría más.

  Esa tarde, cuando estaba por salir al aeropuerto, llegó su hijo, para entregarme una carta de su padre ,debió asustarlo mi rostro, escasamente lo saludé,   no quise recibirla  pero insistió y salió casi huyendo, la tomé y la guardé, estaba segura que sería su mejor poema de despedida, porque los escritores son así. Al dejar atrás aquella historia  de amor, le pedí a Dios  que solo me permitiera recordar lo maravilloso de ese sueño que pude vivir.

    Llevaba casi dos horas en vuelo, traté de poner mi mente en otras cosas, en nuevos sueños  y la angustia no me abandonaba, tomé la carta y con rabia la abrí, empecé a leer y un llanto desesperado se anudó en mis pupilas- ¡No podía ser posible!¡Parecía de película!- pensé. Me contaba que tuvo un accidente  y lo trasladaron inconsciente al hospital, al llegar allí no tenía su teléfono le explicaron , es probable que se lo hubieran robado.  Que estuvo internado hasta recuperarse, que como nadie de su entorno sabía mi estadía en su ciudad, estuvo sin poder comunicarse hasta hoy que su hijo, que era el único que me conocía, pudo acercarse a él porque había estado de viaje y con él me envió la carta. Nuestra relación era secreta .

  ¡Y sí… sí…sí me escribió un poema! que cerraba así:

“Y si el aire que respiro me sirve de más, es para traerme el eco de tu risa, el sonido de tus pasos y entonces...soy feliz. Porque en ti encontré lo que buscaba.”

   Entonces empecé a reír y reír y decía en voz alta:

  -¡¡Sí, él me ama, todo fue producto de mi inseguridad y fantasía, al dudar de su amor!!

  Y yo reía y lloraba a la vez. Los demás  pasajeros me miraban absortos, unos reían con disimulo y otros murmuraban, tal vez creían que estaba loca y sí estaba loca de felicidad.Mi mirada daba destellos, mi corazón danzaba con ritmo acelerado.

   ¡Claro que volveré a su ciudad, porque él y yo somos un amor de verdad!