Como un ojo cerrado entre pestañas,
sopla el viento en el jardín,
se esconde, se escapa, como ola
golpea la roca de tu mirada.
Inmóvil en su verdor, mojada,
como musgos en el mar de la mañana,
deshojada margarita, dorada
de otoño, de primera alborada.
Aletea el ciprés entre cantos
de calandrias sin alas
y se desengaña el alma,
al ver tirada la carne que desangra.
Y corta feroz una mirada,
la corteza de aquellas entrañas,
envueltas en rojas sabanas,
como nubes caídas de la tarde.
Arde la sequedad de aquellos labios,
hundidos en un desierto salado,
la lluvia no moja; crecen bajo la tierra
piedras vivas, en raíces atadas.
Sopla el viento como una ola,
callada, como un ave muda,
como una palabra sin boca,
como cuerpo sin su sombra.