Una vez amé a un desconocido,
nuestros rostros nunca coincidieron pero no lo necesité,
fue suficiente con que me contara su vida,
fue suficiente con que me acogiera en su piel.
Su voz era un éxtasis inigualable,
sus letras me esculpían como el cincel al mármol,
su música me llevó al infinito,
y en sus manos hallé resguardo.
Cuánto le amé! En verdad... Cuánto!
Mis ojos desbordaban por él una pasión desconocida,
mis defectos se decoraban con el tono de su esperanza
y cada -te amo- a nuestra alma enardecía.
Pasamos tantas noches juntos sin pensar en el tiempo
hablando tanto como el sueño y el cansancio lo permitían;
las horas más exquisitas cada día
eran nuestras citas nocturnas con el firmamento.
Quise cumplir sus sueños y verlo feliz,
me apropié de su alegría cuando hablaba del futuro,
la espera se suavizaba con el dulce anhelo de la cercanía
y una familia era un destino seguro.
Vaya! Qué días!
Como a todo ser humano, la realidad nos alcanzó;
Las promesas no cumplidas se tornaron en peleas,
en decepciones manifestadas con daño y ausencias
hasta que al fin nos distanciamos sin decir adiós.
Lo extraño desde entonces..
como extranjero a su tierra,
como los amantes a la luna.
como la tierra a la lluvia,
como lo seco a florecer.
Cuánto le amo todavía! aunque no lo sepa..
Aunque no lo lea, se lo confieso en poesía;
Espero que su vida sea un sueño grato
donde el amor no le sea esquivo
y donde del dolor ya no quede rastro.