Con un puñado de recuerdos
apretujados en un silbido
me hice un cigarro
para quemar mis penas;
lo prendí en una esperanza
y me acomodé en el silencio,
para ver pasar la noche
vestidita de luceros;
traía un rebozo de nubes
que aprisionaba los vuelos
de aves y mariposas
que reclamaban el cielo
Después de izar columnitas lácteas
para alcanzar estrellas
con la magalla me quedé a rumiar
y se me atravesó
un recuerdo
en el entrecejo
y una gota fría le vino a lavar
Sobre la mesa de mis pesadumbres
cabalgan desbocadas
unas copas de lamentos
que aspiran saltar las trancas de mis parpados
para convertirse en suspiros
pero el acial de mi capricho
les mantiene bajo el hocico
Cuando el fresco de la noche
me embadurna los sentidos
entro buscando el catre
poblado de gemidos marchitos,
agazapados en recuerdos
que cada noche son mi martirio
Acomodo todo mi silencio
bajo remiendos de tiempo;
y los ladridos afuera
buscan perro para alzarse
para atrapar una estrella,
esa estrella que me mira
en mi charco de silencio
embarrándome en un beso
lágrimas de recuerdo
Aromitas y recuerdos
retozan a mis plantas
soñando convencerme
para volverlas esperanzas
pero escupo desde mis infiernos
apestosa indiferencia
y vuelvo a mascar la magalla
de silbidos y silencio