Aprovecho el luminoso sendero
que se extiende fugaz ante mi
e intento caminárlo a prisa y serena hacia un bosque repleto
de apacibles, formídos y amables árboles.
La intensa y casi cegadora luz blanca
me deja Diferenciar al final, entre sombras,
los trazos impertinentes de una camilla desolada por el frío
el duro golpear de la vía en mis venas
y el pánico sobre la almohada.
Mi alma vuelve a retorcerse,
derramando sus gritos encadenados contra mi cerebro.
Recuerdo que soy el árbol frondoso que enfermó
y permanece paralizado, sin ramas.
Entre tanto los días
van labrando en mi tronco desnudo
los abismos helados de la vida.
Intento volcar mi cabeza
Para dejar caer sus pensamientos sobre la arena.
Y por momentos
la esperanza desabriga al dócil miedo
zambullendo este alma
en los soleados charcos de mi piel.
Y comienza a crecer plena y calmada.
Como si el universo, de nuevo, pretendiera
hacerse hueco en mi cuerpo.
AUTORA- Merche Monroy Fernandez