Recuerdo esa noche de invierno y los dos solos en la cabaña, tu cuerpo tendido en el pequeño sofá y tu cabeza en mi pecho acariciándote de vez en cuando tus cabellos, tus manos pasaban lentamente las hojas del libro de Alejandra Pizarnik, con tu aterciopelada voz interrumpías el silencio con la lectura de una frase.
“Ven a vivir conmigo, tendremos todos los libros de poesías que existen en el mundo. Toda la música, todos los alcoholes que arden en los ojos y corroen el odio.
Nos embriagaremos hasta oscilar como seres de una materia fosforescente, y diremos tantos poemas que nuestras lenguas se incendiarán como rosas “
Mientras la chimenea reflejaba el calo de sus llamas en nuestras caras, fue cuando bebí la caliente miel que brotaba de tus labios, cerrando los libros y tendiéndonos en la alfombra junto al fogón.
Cubiertos por el manto azul de luceros y estrellas que nos regalaba la noche, la luna con celos nos miraba, nuestros desnudos y calurosos cuerpos se abrazaban dando vueltas y vueltas, besándonos sin parar, no dejamos ninguna parte de nuestros cuerpos sin saborear nuestra pasión, sin saber cómo y cuando terminamos el gran acto de amor abrazados en nuestra cama hasta que los rayos del sol nos despertaron.
© José Cascales Muñoz
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22 de Agosto 2017