En el suelo arrodillado.
Metido en mi locura me pregunto,
¿porqué estoy en el suelo arrodillado
con el cuerpo de mi hijo sobre el pecho
llorando y repitiéndome hasta cuando?.
Le grito ¡ no te vayas no te vayas!
mientras pierden color sus ojos claros,
su joven vida cual agua en la cesta
fluye y deja la sangre entre mis manos.
A lomos de algún loco mal nacido
la muerte decidió sellar sus labios,
y ¡grito grito y lloro con tal fuerza!
que hasta el diablo entristece con mi llanto.
La impotencia me ahoga por momentos
y no puedo siquiera dar un paso,
solo puedo abrazar a un inocente
que perdió en el asfalto sus zapatos.