¡Ay, mi viejo altar de las plegarias! / esas alas tan desarmadas de la tarde
en el centro de la noche de mi vida / esa muerte que propaga su beso centenario
en nuestros labios, algo atónitos / ¿qué hemos hecho contigo?
algo agnóstico de mí, marcho a tu encuentro / como el péndulo que aquieta la translación
de las sombras, me desprendo con el viejo ademán / que deshace la garganta en la navaja
como quien patea las sábanas del lecho / fúnebre constatación: estoy menos héroe
pero más vivo, ese fuego encabritado que atiza mis riñones / que mis súbitos terrores leudan despacio
mas aún más arrebatado de mis huesos que aquel hambre / que me come a mordiditas infinitesimales de reloj
¿qué he de hacer con tantas flores arropadas al vacío / con tanta ciática de palabras retorciéndome en vano(?)
en el perjuicio cenital que nos convoca(?) / en el canto insoportable de nuestras íntimas langostas
repito la oración que me salvará de fútiles salvatajes / juro permanencia contra tu pecho.