Que oscura es la tarde
cuando no me escondo tras tu sonrisa.
Qué fría es la noche,
si no me oculto en tu abrazo.
Tú allá, y yo aquí amada mía.
Porque hasta los árboles
lloran amarillas hojas este Otoño
al sabernos distantes.
Recibe mi cuerpo,
que surca la noche,
para posarse sobre tu cuerpo desnudo.
Para amarte este crepúsculo.
Y todos los que sigan,
por el resto de nuestras vidas.