Amo frenéticamente despertar,
amo sentir que a mi mente voy a ocupar,
a ese misma que a mi corazón llena de pasión
por cada cosa que hago.
Odio al anochecer,
cuando a solas, luego de tanto laborear, estudiar,
ajetrear sola en una ciudad incierta,
en una ciudad que corre sin parar,
me encuentro entre las paredes de lo que mi hogar se convierte.
Y frente a la pantalla de mi ventana al mundo,
culmina el día con la sensación de un corazón más vacío que al despertar.
Entonces,
sólo deseo tener sueño,
y solñar,
para sentir la compañía de un ser que abraza mi corazón,
en el fugaz mundo de la fantasiosa sensación.
Y entonces duermo,
sólo duermo pensando que ya el mañana vendrá,
y ocupará la mente que distrae al corazón
aquel corazón que eternamente de noche
vacío se siente.