Alberto Escobar

Arcoíris

 

Las cosas más importantes se hacen
en soledad: Nacer, morir...

 

 

 

Acabo de cenar ensalada, pintada con todos
los colores que emborronan mi paleta.
Acabo como atravesado por dentro, de oreja
a rabo, por un arcoíris que me abarrota de
partículas que me aseguran mi optimismo 
por unas horas.

Vuelvo a meterme en un mundo pintado por
Google, entre otros colaboradores, casi sin 
poder sentarme por el embutido en que se ha 
transformado mi estómago. A veces me siento
boa constrictor sin presa que estrangular.

Me levanto con ganas de apagar fuegos, el 
aliño me implora lluvia en vaso para reparar
los ácidos, para recuperar el equilibrio que  
me permite seguir ajeno a los que me pasa
por dentro.

Voy a la cocina y vuelco el líquido clave sobre 
un cilindro verde transparente que me riega 
mi flora, que me hace sentir la dicha por unos
instantes. No hay mayor placer que el que se
deriva de la desaparición de una urgencia 
perentoria, esencial como la sed.

Vuelvo a la silla que dejé caliente, y que me
reprocha su abandono constante, para volver 
a hundirme en una mentira programada, 
engañosa, como la vida misma.

Todavía, casi al alba, sigo inmerso entre 
paredes de ceros y unos que me aseguran mi
aislamiento de lo anodino.

El arte me proporciona un olvido a medida 
para sumirme en mi realidad, que es la que me 
importa.