Cantaba la niña bajo el puente.
Jugaba a ser mayor.
A ponerse los tacones de su madre.
A quitarse las lágrimas a trompicones.
Bailaba en el salon.
Con los pies descalzos.
Y miles de cristales en el suelo.
Saltaba de oca en oca.
Con una venda en los ojos y una rosa en el tobillo.
Con la esperanza de no llegar a casa.
Componía veladas de noches.
Y escuchaba canciones de rock.
Mezclaba las sonrisas con la melodía.
Y los suspiros con los minutos.
No hablaba, no hablaba.
A quien le importaba?
Parecía feliz.
Parecía.
En el jardín, con la casa bonita y el culumpio de madera.
Embobados por su belleza.
Nadie se dio cuenta de que las rosas se estaba marchitando.
Que el árbol lloraba cada noche.
Que la niña había muerto.