J.R.Infante

Porque un día llamó

Porque un día llamó

el amor

a la puerta entreabierta

del callejón sin nombre,

crecieron ortigas en mi cenicero.

Era un amor desconocido

mitad beso mitad verbo algodonado.

Reclamaba como propio

lluvias de meteoritos

amapolas por la sementera

y ardientes brazos circunvalatorios.

Se preguntaba este amor

por la incomprensión nacida

en aquel recóndito valle

de huracanes sin bozal.

Pisapapeles amarillento impiden

leer el decreto,

                       surcos de barro

marcan mi mejilla.

respiro a borbotones, grito

y no me oigo

                     El amor late, galopa,

en corcel de negra crin,

deja su huella en la playa.

Sube acompasada la marea.

Ahora tengo entre mis manos

labios resecos, adormecidos,

a los que entreno cada mañana

en el arte de soportar

horas de tedio en incorruptible

sillón giratorio.

Remolinos de verano

a los que pretendo reconvertir

en suave brisa nocturna.