Te miré, me miraste ilusionada,
te conté de mi vida su quimera,
me contaste melosa tu primera
confesión, de mujer enamorada.
Encendimos los dos aquella hoguera
que levanta tremenda llamarada,
y que deja la vida apasionada
del amor, divagando en la pradera,
Te contemplo pensando que es mentira
que llegaste a mi lecho inmaculada,
que tu cuerpo sería sacra pira
con tu fuego de flama nacarada;
en tus formas de reyna cachemira
se fundió madurez con alborada!
Autor: Aníbal Rodríguez.