Siempre fui una ilusa idealista, creo que por ello en algún punto comencé a sentir asco por la vida, es un derroche sensitivo sin ningún fin.
Por ésta vida que lastima, éste foco de depravaciones, ésta carencia de sinceridad, ésta irrisoria realidad humana siempre me ha tenido al filo de la tristeza y del miedo.
No pude al final escapar de ella, fui víctima de éste tiempo, de éstos humanos, de ésta vida que no elegí, que no se puede elegir.
Intenté escaparme, estar en mundos paralelos vivir y no vivir, cerrar los ojos, creer en algo y al final el mundo infeccioso sólo me hizo cómplice de un sentimiento, al final fui una mujer igual que todas y como ninguna.
Duro golpe es la amistad injusta, atropellaron el sentimiento cuando no fui lo que esperaban, no tuve más remedio que alejarme, aunque todavía extrañe a mis amigos que lo fueron y no lo fueron, fui entonces una mujer igual que todas.
Siempre amé la soledad, no fue un aire de grandeza fue un síntoma de huida (ya lo he dicho antes), intenté con los años no huir de la gente, yo también soy gente, evitar el desdén por sus vicios y al tiempo amé los vicios de un humano.
Siempre pensé en la vejez como la puerta a la salida por eso la edad no me fatiga, no encuentro otra salida que vivir todos los días y al reflexionar de éstos días que son en los que vivo a fin de cuentas, me propuse no ser la entrepierna hueca de una alienada marioneta y al final lo logré, por ello fue una entrepierna hueca la que golpeo mi ego, vi mi inteligencia entonces ingenua y sentí asco por la vida.
Idealizar la vida, las personas, los sentimientos, es acercarse voluntariamente al precipicio y lanzarse al sufrimiento con el pecho abierto, pero la juventud trae consigo una dosis de valentía inexplicable e inocente.
Fue en aquella juventud valiente donde tuve tantos sueños como miedos y preferí ser idealista que avivar un nihilismo hiriente, pronto supe que el idealismo es un fracaso en alumbramiento y al final el nihilismo es inevitable e insuperable este hastío.
Tácitamente en esta sociedad, siempre hay dos lugares para la mujer e irremediablemente ocupé uno de los dos, hubiese querido ser asexual y no ocupar ninguno, al descubrir que no fue así sentí espanto por el placer vacío e intente cultivarme como humano, no como mujer no como hombre, sólo como un ser humano, entonces perdí lo que más he buscado y sentí asco por la vida, me tocó estar de este lado, de este lado los seres humanos tarde o temprano tienen que renunciar a todo.
Es una conspiración este tiempo, nos ofrece una lucha valiente por no ser una estampa de mercado, un producto sexual, un objeto placentero; entonces te identificas, terminas siendo demasiado perspicaz, intuitiva, reflexiva, terminas descubriendo un mundo de posibilidades y te amas , profundamente te amas pero en este mismo tiempo esa lucha es sólo una ilusión propia, una victoria mental indiferente al mundo, la gente prefiere una mujer igual que todas, incluso la gente intelectual, intelectualidad a medias es un maldito discurso profesional, en lo privado todos obran a merced de la doble moral, de sus pasiones, de sus mentiras y cuando lo descubres, sientes el mismo asco por la vida.
Hay seres humanos que no se cuestionan a sí mismos, no tiene noción propia de su bien y de su mal, imposible que hayan construido un referente para dirigirse con respecto a los demás, aman su imagen en la esfera pública, les gusta creer que son mejor, el ser humano es sólo eso una fachada pública cuando está en la soledad obra como aquel que juzga, hace lo que denuncia, fomenta lo que en el discurso sentencia.
El ser humano es una moralidad carcomiente, pues para mantenerla debe vivir mintiéndose a sí mismo, a los demás y al descubrirte parte de esa masa o víctima de ella, sientes asco por la vida y horror por este tiempo.