¿No eres tú, quizá, la alegoría de la vida y la muerte?
El río que, desde más allá del éter,
baja hasta los confines del orbe
y fallece en lo más profundo del báratro,
arrastrando todo a su paso,
desbordando sus aguas pútridas sobre la tierra.
¿No son tus labios dadores de vida y verdugos?
¿No son tus ojos soles que se apagan sin avisar?
¿No es tu cuerpo escudo y tu piel abrigo,
no es tu alma espada y tu espíritu frío?
Luz dibujando sombras sobre el cristal,
traslúcido y frágil,
como la vida, como la muerte.