Hemos forjado con barro y bandera los destinos del mundo.
Hemos regado, mediante el misterio de la muerte, de semillas de vida la tierra.
Y el monstruo se debilita y en ocasiones cae postrado.
La Biblia nos lo avisó hace tiempo. «Es un monstruo grande y pisa fuerte»
nos lo advirtió Silvio, el que canta al amor.
Hemos recorrido la Patria Grande en el caballo renovado de Bolívar
derrumbando muros antiguos y nuevos.
Hemos tomado del mar la insistencia de sus olas,
hemos visto caminos ensangrentados de odio y revancha.
El reloj marca inclemente el pasar de las horas.
Y aquí estamos sin que el olvido alcance nuestra memoria por nuestros mártires,
cuyos ejemplos son escalones de avance, de lucha, de belleza de las flores
que no se marchitan en las tumbas.
Adiós a las montañas verdes, aquellas donde todavía arde el fuego de Fidel y el Ché
y donde majestuosamente, abriga y protege a Marulanda.
Adiós al frío del amanecer, a la diana, a las patrullas.
Seguiremos en el tren de la historia por otras vías, pero en el mismo tren.
Y ese adiós no será para siempre, mi cariño no te abandona,
porque tu escenario siempre seguirá presente, pertinente, válido.
Montaña gris, montaña verde, montaña amarilla, montaña mía.
Tantas cosas sabemos mutuamente.