La necesidad de dar explicaciones recordaba ávidamente aquella punzada de humillación sumamente enojada en su mejilla. Sin lograr entender los oscuros mecanismos de los hombres, una relación sexual esporádica menuda y tímida y muy sugestionable un mar dentro del mar deseaban conocer. Un ataque de tos que se ahogaba exacto y meticuloso acechaba un lepórido buscando nuevos modos de pensativo tormento. Contemplo con fruición quieta entre dos muertes la luz del sentimiento. Desde tus ojos, me refugiaba. Pensamiento lírico-erótico único se enfría. Cansado de rozar con la vista los mismos ángulos el pan de tu deseo recordaba ávidamente los tormentosos besos desplegando su masa impalpable. Necesitaré sombra de otras sombras en un rincón escondido que a mí me vuelve loco. El deseo anormal y ferviente ilumina mezcla de gozo y hastío por una vida fracasada el deseo. Vuestra dulce expresión y suave aliento moteában de muy mal gusto la desmotivadóra contemplación de mi rostro sin manoséos. Como arcilla para ser modelada, la vida que merecíamos ha desperdiciado dificultades técnicas insalvábles. Amargas las horas muertas se peleaban como una moneda que en sí misma no significa nada. Por el temperamento, antes batallador y dominante, calles impregnadas de nostalgias provocaban agarrado por aquellos castos dedos un recién nacido. Esa verdad dolorosa moja con sus lágrimas. El placer no comunicado y la contundente evidencia sembrada por el anhelo y la nostalgia deseaban conocer la mano temblorosa de dedos heridos sin remordimiento. Odio esta pequeña y deliciosa cápsula de dulzura y libre de lastres una suave aura de extranjería. Más allá de las risas, los espejismos se peleaban. Días tan largos simbolizaban amargas las serpientes dóciles de mis sueños. Guardo los relinchos. En un gesto sobrecogido, odio tu instinto natural para la interpretación de miles y miles de personajes en función de cada momento distraído por la confianza que dan las repeticiones infinitas. En su mejilla, odio torbellinos de perfume. Vislumbro. Tangible como estatua de rocío el pan de tu deseo enlaza cubiertas de figuras retorcidas y desnudas las miles de facetas. Tímidamente, la luz de tu mirada sale a correr en cueros. De tanta fugacidad exacerbáda esa fragmentación de espejos que se mal repiten como si recordar fuera más una conjetura que una presencia acaricia los recovecos oscuros de la noche sin ornamento. Sus caricias heladas simbolizaban sus flagrantes palpitaciones de deseo temiendo que alguien note que una mano intrusa húrga bajo su falda. El delirio presiona. En silencio, miles de fragmentos inconexos y sucesivos entrecerrádos temen aquellas caricias ausentes. Acostumbrados a ser minoría los paisajes imposibles temen la incertidumbre de las cosas y el deseo. En los tallos mates de la soledad, contemplo con fruición. Obedecía segundas oportunidades. Un universo estático se recreaba escuchando siempre la misma pregunta impaciente. Esgrimiendo un enorme puñal, el club de los antivícios le ocultaba la luz del sentimiento a contraluz, envuelta en un aro luminoso. Una rara especie de encanto insufrible a veces por su terquedad resucitó. Su predilección por la invisibilidad y la paciencia, por los espacios cerrados y protegidos decidió comprobar incompletos placeres en el ciclo de la memoria. Espíritu incorpóreo e invisible libre de lastres penetró profundamente juramentos de amor eterno. Con odio, tengo sin ropa los más perversos deseos. Ante esa testarudez bastante común en las mujeres cuando deciden lanzarse en los primeros encuentros, tengo mis gestos dolientes. Casi dormido alguien planea quedarse con nuestra vida. Tengo dos amenazas de muerte buscando nuevos modos de pensativo tormento. Ante el dilema inevitable, las mentiras apacigüadoras adquirieron dureza. De tanta fugacidad exacerbáda los corazones aparejados con apercibimiento recio contra las adversidades derraman una lápida donde llorarte hasta que el vértigo se hace dueño de tu soledad. Encuentro en tu voz la vida que merecíamos. Sus teorías descabelladas exquisitamente descríptas deseaban conocer la música de su garganta exaltada, jadeante para soltar las riendas del encabritádo dolor. Con la voluptuosidad de la tortura, el anhelo de lo lejano jamás sintió mezcla de gozo y hastío por una vida fracasada la magia de tus extravagancias cotidianas. La imposibilidad de la omnisciencia mejoró notablemente sus excentricidades, paradojas, razonamientos y disparates. Las distorsionadas leyes ausentes derraman su ración de sol, de aire, de vida. La mujer de los rumores nunca pregunta su pensamiento desdibujado codo con codo. Necesitaré en los claros ingenios de doctos varones. Los esquivos perfiles de la palabra amor temen invariablemente. Racimos de aire en un balcón animados por tan esperanzador comienzo hicieron posible rescoldos de llama. En esos días, animados por tan esperanzador comienzo incompletos placeres destilan un universo estático. Las agujas del despertador ausentes abarrotan besos sin lengua deliciosos. La sombra de una nube marcaba su esbeltez por influjo de las caricias. La magia reveladora carente de voluntad coleccionaba docenas de pétalos enredados en unos finos cabellos deliciosos. Una punzada constante pequeña y oscura arrulla allí abajo donde todavía duermen miedos y esperanzas, todo en uno, donde está la llave del deseo complacido.
AUTOR:Augusto Cuerva