Corren por España estos días de caos y anarquía un grupo de ciclistas simbolizando la reconquista. adarga en ristre en mano, y en la otra empujando el manillar de la bicicleta en las más pesadas cuestas. Con panfletos en la mochila, ocultos por las capas de cruzados, piden unidad como en la familia, para reconquistar la nación partida al grito de Estado, Unidad y Patria.
Por donde pasan los corredores, los Ayuntamientos los reciben entusiasmados:
ya vienen pedaleando los fascistas a salvarnos del paro, del hambre, de los liberales, de los inmigrantes, de las feministas, al grito de:
expulsión, expulsión, expulsión.
Esta es la entrada de Don Pelayo marchando desde Castellón a la muy noble Villa Real.
Por las riberas del Mijares,
peladea Don Pelayo.
Para entrar a Villa real.
Lo hace en una bicicleta de la Once.
A él le siguen un tercio de los suyos,
con el casco ladeado.
Van muy ufanos pedaleando.
Con la camiseta de la bandera de España.
A la entrada del pueblo.
Se agolpa en la baranda la gente,
mirando todos a Don Pelayo,
que despunta más que los otros.
Noble, guapo, hidalga flor de España-
le gritan las doncellas de la villa enamoradas.
Pero los envidiosos independentistas y anti sistemas,
le silban y le increpan porque no amana a españa
de este modo:
Tu no eres hijo de rey Don pelayo,
sino de la sierva de su hermana.
Don Pelayo de buena gana parara
para matar a todos ellos.
Pero prefiere no armar bronca,
y ganar la carrera.
Por eso Don Pelayo pedalea
y les responde:
No oigo vuestras palabras.
Angelillo de Uixó.