Anduve recorriendo negras calles,
que llevan al futuro clandestino,
del fondo de un amargo y negro vino,
que espera con paciencia hasta que falles.
Anduve navegando en la tristeza,
perdido entre tormentas y temores,
bañándome de llantos y dolores,
lanzándome a un vacío en mi cabeza.
De pronto aquella luz mostró el camino,
un sitio donde anclar y hasta un destino,
y alegre presentí que le andaría.
Los pasos que mal di, amargos licores,
por dicha los cambió, miren señores,
la Madre de mi Dios, Virgen María.