Hugo Emilio Ocanto

*** Un sueño de amor *** - Poema - - Autor: Antero - - Interpreta: Hugo Emilio Ocanto - - Grabado -

 

Llegaste del entre ensordecedor ruido apareciendo como de la nada

con esa exquisita belleza tuya, frágil, casi extinguida,

para alterar un mundo escondido,

así apareciste, de pronto y como por ensueño.

Había algo extraño en el movimiento de tus manos, que,

a la vez de tan femenino, semejaban abanicos provocando

la brisa fresca que despejaba a la vez que sorprendiendo

a un corazón escondido y desprevenido.

 

Te precedía tu piel de nácar, brillante y tan reluciente como

esas gotas de rocío temprano que en tus bellos ojos

se escaparon en un descuido.

Frágil como la flor de Loto que llevas impresa, flor que ahora

es la más bella en mis aguas calmadas. Fueron mis versos,

o la necesidad que escondías tras tu belleza nacarada, frágil

y etérea como lo inmaterial de lindas notas pendiente de unirse

en sublime sinfonía, la que despertaron algo en ti

y que me sigo preguntando los porqués, que era aquello

que había en el fondo de tus palabras por veces extraviadas.

 

Cuando dije que tus lágrimas eran como racimos de perlas

doradas, esas que cuelgan en los vencidos brazos de las palmeras

esperando ser el alimento de un hambriento, de un errante

vagabundo que habita vegetando en un mundo escondido,  

no lo dudaba entonces, ni lo dudo ahora, eran eso, y además,

eras lo estilizado, la fragilidad delgada del junco, que, como

el acero se dobla, pero que no se quiebra. Eres la sutil esperanza

de esa belleza temprana que derramas, atrevida de sueños

de universos por explorar que se manifiesta sin pudor

siguiendo los impulsos de tu juventud, esa maravillosa

y pujante belleza temprana que promete sin prometer nada

y que luego como si todo hubiese sido un sueño maravilloso,

desapareces como la bruma que el sol calienta y se esfuma.

 

Quedaste en mis retinas, en mis oídos, y en esos momentos

tan rodeados de ruido, abriste un hueco para recorrer caminos

que conducían a mi alma y ahí te quedaste, (formando un todo

tan bello y reluciente, como la necesidad que descubro que había

en ella), te anclaste entre mis retinas, mis oídos y por fin, en mi calma.

 

He detenido la rotación de las estrellas, las he vaciado de gravedad

y las hice invulnerable a las caídas para que tu atrevida juventud,

maravillosa semblanza de la belleza temprana, no sea pasajera

y se haga eterna para el regocijo y punto de encuentro, pues,

a fin de cuenta, que, si no lo bello es lo que mantiene en vilo,

y con vida, un alma que se esconde en un mundo caducado.

 

Juventud plena de belleza tan temprana, que amaneces antes

de las auroras, y te mantienes indeleble después de los ocasos.

Un corazón se eleva por los confines insospechados de la conciencia

cuando penetrando como fino puñal, el tiempo que se avecina

abres una brecha en la vida por donde se puede vislumbrar

cómo crece arraigándose flores nuevas. No serás pasajera,

serás ya como la bella flor de Loto que saliste de la nada,

no pienso decirte adiós, aunque ahora ya nunca más te vea,

tan solo diré: bendita seas mujer por siempre bendita seas,

fundamento de un futuro que llegaste en un instante,

te materializaste en un instante, y en un instante te marchaste.

Quedó tú presencia, que aun ausente, eres y serás lo tangible,

lo reluciente nacarado en mis retinas sorprendidas

en mi mirada extraviada.

En mís recuerdos quedan impresas tus palabras emocionadas,

como quedan instalados los miedos a no volverte a ver

y no saber que se escondía tras esa esas perlas doradas.

 

El lugar íntimo de las palabras es el silencio, de donde surgen,

y cuando lo hacen, o buscan un lugar de entendimiento entre

tanto ruido, o preguntando los porqués a los interrogantes.

Y es desde ese intimo lugar que a veces parten,

convertidas en nave contestataria y curiosa de verdades,

que sin rumbo surcan mares desconocidos tratando de

llegar a un horizonte donde saciar sus necesidades,

y parten, con sus velas impulsadas por el viento de la curiosidad

que acumulan las incógnitas en alianza con el inconformismo,

las que a su vez consiguen el avanzar, evitando,

que, con el estancamiento, la quietud o el desinterés indolente

den lugar al desconocimiento o al olvido.

Y si el olvido es progresivo y el desconocimiento ignorancia,

hagamos que las palabras despierten de la intimidad

y salgan vestidas e inquietas de preguntas,

que a través de ellas se pueda lograr llegar

al fondo de unas perlas doradas,

a lo profundo de su mirada.